Organito
En 1853 Hilario Ascasubi (1807 – 1875) comenzó la edición de un periódico llamado “Aniceto, el gallo”, donde relataba las noticias en versos gauchescos. El primer número arrancaba con el siguiente diálogo entre el personaje – escritor y su editor:
- ¿Qué istrumento toca de cuerda? - La campana. - ¡Diablo! es Vd. de todo punto muy agudo. - ¿Puntiagudo decía? no, señor, soy medio redondo. - No, no. ¿Y de viento, qué istrumento toca usté? - El organito, ese que tocan por la calle los carcamanes.
Tres décadas después, José Hernández escribió «El Gaucho Martín Fierro» 1872). En la sexta estrofa leemos lo siguiente,
Allí un gringo con un órgano Y una mona que bailaba, Haciéndonos rair estaba, Cuanto le tocó el arreo— ¡Tan grande el gringo y tan feo! Lo viera cómo lloraba.
Pocos años después, Domingo F. Sarmiento nos demostró que no tenía una muy buena opinión de este instrumento. En su artículo «Da capo» del 30 de diciembre de 1878 decía lo siguiente:
Así, el organito de Berbería, que tal se llaman los que en las calles nos prodigan sus composiciones estereotipadas, cuando acaba su pieza hace da capo también, y vuelve el manubrio a dar vueltas y vuelve la barcarola, la aria de la Sonámbula ó de la Linda de Chamounix y quien sabe si la marsellesa roncadora, a relagarnos el oído. ¡Feliz el que va pasando y puede acelera el peaso, después de haberle arrojado al dilentantti un cuarto! ¡Feliz, mil veces feliz, el que puede cerrar su ventana...!
Estas son tres de las citas más antiguas que pude encontrar sobre la presencia de este instrumento en Argentina. La denominación que le da Sarmiento es muy sugestiva, ya que se relaciona con el nombre en francés «orgue de Barbarie», que puede ser relativo a los bárbaros, o a las palabras bretonas bara («pan») y gwen («vino»). También puede deberse al apellido de Giovanni Barberi, un fabricante de organitos en Modena, o del inventor inglés John Burberry.
Como sea, estas tres citas nos muestran que el organito ya había llegado a Argentina y era muy ubicuo en la sociedad bonaerense durante la segunda mitad del siglo XIX. O sea, en pocas palabras, su aparición en estas costas ocurrió al mismo tiempo que el nacimiento del Tango y, por lo tanto, no es de extrañar que haya sido uno de los grandes difusores de esa nueva música popular.
Para comprender su importancia, hay que ubicarse en esa época. Una familia pudiente podía darse el lujo de tener uno o varios instrumentos musicales en su casa. Además, era casi seguro algunos miembros de la misma familia sabían ejecutarlos con cierta maestría. También la gente pudiente podía escuchar música en los teatros, o en alguna presentación privada.
Pero ¿y la clase más humilde? En particular, los inmigrantes que, mientras intentaban «hacerse la América» vivían en condiciones de extrema pobreza y no podían darse el lujo de comprar un instrumento o asistir al Teatro, ¿dónde escuchaban música? Tal vez, algún vecino tuviera un pequeño acordeón, o una mandolina, o algún otro pequeño y portátil instrumento musical. También podía ocurrir que alguien en el barrio tuviera una excelente voz para cantar a capela. Y hasta podía darse la feliz coincidencia de que instrumentos y voces se uniesen en alguna fiesta. Ah, y no nos olvidemos de la música sacra en las iglesias. Pero, eso era todo…
Y en este escenario falto de música, hizo su aparición el organito. Uno casi puede imaginarse a alguien en silencio en su mísero cuarto de conventillo, y una apenas inaudible canción que se va acercando poco a poco. Lo más natural debía ser dejar lo que uno estuviese haciendo, y salir a la calle a escuchar un poco de música.
Ahora, ¿qué música interpretaba el organillero? Obviamente, aquella que más gustara. Y a medida que el tango se fue afianzando en el gusto popular, no es extraño que comenzara a desplazar en el «rodillo» a las barcarolas y a las arias que menciona Sarmiento. Fue una especie de retroalimentación positiva. Los organitos ayudaron a la primera difusión del Tango, y este les dio material a aquellos.
Ahora, ¿qué es un organito? Bueno, en principio se trata de un instrumento portátil accionado por una manivela que a su vez hace girar un cilindro dentado. Estos dientes pulsan unas lengüetas que producen la melodía a través de los tubos de un pequeño órgano. Cada cilindro, hecho de madera o cartón, podía contener unas diez piezas, aproximadamente. Obviamente, hay modelos mucho más complejos, pero éste es el que se veía en los suburbios de Buenos Aires.
Y, aunque suene prehistórico, esto no me lo han contado. Cuando era chico todavía se podían ver organilleros paseando su música por las calles de Lanús. Los organitos eran bastante voluminosos, al menos desde el punto de vista bajo de un niño; y sospechaba que debían ser muy pesados. El organillero lo cargaba con una cinta cruzada al hombro, y cuando se ponía a tocar, lo apoyaba sobre una pata de madera, que colgaba desde la parte inferior del instrumento.
Siempre, hasta donde recuerdo, el organillero iba acompañado por un loro o, en menos casos, por un monito. Si uno le daba una moneda al organillero, entonces el animal sacaba de una caja un papelito de la suerte.
Pero volviendo a la relación del Tango y del organito,
El organito fue un gran difusor del tango a fines del siglo XIX y principios del XX, pues llegaba a un público popular que, antes de la radiofonía, no podía acceder fácilmente a la música. Su sonido sabía además atravesar discreta pero efectivamente zaguanes y ventanas de casas decentes, cuyos moradores eran indiferentes sólo en apariencia a ese tango que aún cargaba con su estigma de música prohibida.
Néstor Pinsón y Julio Nudler: «El organito» (https://www.todotango.com/historias/cronica/34/El-Organito/)
Estuve buscando y buscando algún registro de cómo sonaban los tangos en un organito, y sólo pude encontrar unos pocos ejemplos. Aquí van:
El sonido que se escucha al comienzo de la escena es el llamado del afilador, que se ejecutaba con una pequeña flauta de Pan. Y antes de que preguntes, la respuesta es Sí. También pasaban los afiladores de cuchillo por el barrio de los abuelos. Fijate que en esta película el organito es enorme, hasta el punto de tener que ser llevado en un carro con caballos. Era una clase de organito muy frecuente. Pero, por mi parte, nunca vi uno de esos.
Este instrumento es más parecido a los que yo conocí, aunque por su tamaño debía llevarse en algún tipo de carretilla. El siguiente video muestra la ejecución de un tango de la Guardia Vieja en un organito portátil,
No suena muy bien, ¿no? Pero, como dije, en su época era todo lo que había…
Y para terminar por hoy, un organillero en acción. Se trata de Héctor Manuel Salvo, conocido artísticamente como «Manu Balero» fallecido el 11 de setiembre de 1998.