Como dos extraños
Me acobardó la soledad, y el miedo enorme de morir lejos de ti... ¡Qué ganas tuve de llorar sintiendo junto a mi la burla de la realidad! Y el corazón me suplicó que te buscara y que le diera tu querer... Me lo pedía el corazón, y entonces te busqué, creyéndote mi salvación... Y ahora que estoy frente a ti parecemos, ya ves, dos extraños... Lección que, por fin, aprendí: ¡Cómo cambian las cosas los años! Angustia de saber muerta ya la ilusión y la fe... Perdón si me ves lagrimear ... ¡Los recuerdos me han hecho mal! Palideció la luz del sol al escucharte fríamente conversar... Fue tan distinto nuestro amor y duele comprobar que todo, todo termino. !¡Qué gran error volverte a ver para llevarme destrozado el corazón! Son mil fantasmas al volver burlándose de mí, las horas de ese muerto ayer...
Este es uno de esos pocos tangos que fueron inspirados por un suceso real. José María Contursi solía frecuentar un famoso cabaré del centro porteño. Allí conoció, posiblemente de boca de su protagonista, la historia de un mozo que trabó amistad con una bellísima joven que trabajaba en el mismo establecimiento como «alternadora» o «copera».
Ojo. Se trataba de un trabajo reglamentado por la legislatura y definido como el de una empleada contratada para «alternar» o bailar con los concurrentes en los locales de clase A. Otra de sus tareas era lograr que los clientes consumieran y las invitaran con tragos, recibiendo un porcentaje de los gastos. En general, para que no se emborrachara, a la «copera» se le servían tragos muy rebajados o directamente ¡te frío!
Las alternadoras no ofrecían servicio sexual, al menos mientras estuvieran dentro del local y en horario de trabajo (es decir, antes de las 4 de la mañana). Puede parecer increíble, pero la Legislatura porteña se tomó su tiempo para derogar esta figura. Lo hizo recién en 2016.
Volviendo a la historia, el mozo y la copera eran cordobeses. La amistad se transformó en romance, y dicen que comenzaron a vivir juntos.
Pero una noche apareció un hombre en el cabaré con la intención de llevarse a la joven consigo. Los presentes intentaron impedirlo, pero exhibiendo la libreta de matrimonio, el hombre mostró que era su marido.
El pobre mozo estaba desconsolado. Un par de años más tarde decidió viajar a Córdoba. Y en este punto del relato, comienza el tango.
Me lo pedía el corazón, y entonces te busqué, creyéndote mi salvación…
Según contaba el mozo, finalmente la encontró detrás del mostrador de un almacén de suburbio. Pero, ahora que estaba frente a ella parecían dos extraños. Además, al escucharla fríamente conversar, el joven comprobó que todo había terminado. Y regresó a Buenos Aires, con el corazón destrozado por el gran error de haberla vuelto a ver.
Era una historia muy triste, y ciertamente muy cercana al corazón de José María Contursi. Corría el año 1940, justo cuando el poeta estaba por abandonar su relación con la cordobesa Gricel. Así que, al convertir la triste historia del mozo y la copera en la letra de un tango, Contursi estaba -como siempre- hablando también sobre su propia pena de amor.
Pedro Láurenz le puso música a ese magnífico poema, y así nació el tango «Como dos extraños».
La primera grabación fue realizada el 28 de junio de 1940 para RCA Victor por el cantor Juan Carlos Casas acompañado por la orquesta de Pedro Laurenz. Fijate en el tempo rápido y punteado típico de la época.
Ese mismo año Francisco Canaro, siempre a tiro, grabó su propia versión en la voz de Ernesto Famá.
Y después, nada…
Tuvieron que pasar dos décadas, hasta la siguiente grabación, realizada por Floreal Ruiz con la orquesta de José Basso en 1961,
Cinco años más, y Laurenz volvió a grabar el tema en una versión puramente instrumental.
Pero era tarde. El Tango había entrado en su etapa de decadencia, y este hermoso tema de Contursi y Laurenz se perdió en el olvido.
Dos décadas más tuvieron que pasar para que, en 1980, Rubén Juárez lo desempolvara y lo grabara con arreglo y dirección de Raúl Garello.
Siguieron las versiones de Aníbal Jaule con la orquesta de Domingo Moles,
de Roberto Goyeneche con la orquesta de Néstor Marconi,
y de Adriana Varela con el conjunto de Esteban Morgado,
A partir de estas reediciones, especialmente las de Goyeneche y Varela, ese tema que había permanecido olvidado durante tantos años pasó a ser un clásico entre clásicos, siendo grabado por cantantes femeninos, como Mercedes Sosa,
y María Graña,
Agus, fijate cómo, en comparación con la primera grabación de 1940, desapareció completamente el compás marcado original, y el tempo se volvió muchísimo más lento. En las versiones de Sosa y de Graña la parte cantada abarca 3 minutos, mientras que en la de Casas dura apenas 1 minuto. ¡Guau!…
El tema alcanzó tanta fama que fue grabado inclusive por figuras del rock nacional, como Pedro Aznar (que puse al comienzo), Litto Nebbia (cuya versión ya no se distingue como tango),
y Andrés Calamaro.
Y, para terminar, no nos olvidemos de los españoles del Dyango y Pedro Guerra, del cover «salsa» de José Luis Mateo, y de la pregunta de siempre: ¿Cuál de todas estas versiones te gustó más?…