El canillita
Tenía 11 años y era de ascendencia italiana. Nació en Mar del Plata, pero desde hacía un largo tiempo vivía en el West Side de New York. Era la época de la gran depresión, una mezcla de pobreza, ley seca, y mafia. Como el mismo recordaría años más tarde, “era muy atorrante, no me gustaba mucho la escuela —me rajaron de varias— y andaba mucho por la calle”. Y agregaría.
“Era un barrio violento, porque existía hambre y bronca. Crecí viendo todo eso. Pandillas que peleaban entre sí, robos y muertes todos los días. De todas maneras, la calle Ocho, Nueva York, Elia Kazan, Al Jolson, Gershwin, Sophie Tucker cantando en el Orpheum, un bar que estaba en la esquina de casa… Todo eso, más la violencia, más esa cosa emocionante que tiene Nueva York, está en mi música, están en mi vida, en mi conducta, en mis relaciones”.
Cinco años antes, su padre le había regalada un bandoneón de segunda mano, con el cuál jugueteaba de oído. Un día escuchó a un pianista tocando en una casa vecina. Se trataba de un húngaro que le enseñó sus primeros rudimentos de música, y la necesidad del trabajo duro y la perseverancia. Se escapaba de la escuela, pero estudiaba música hasta ocho horas por día, y “aprendió a amar a Bach”.
Con sus escasos 11 años, debutó en una fiesta escolar, con un tango que compuso el mismo: “La Catinga”.
En 1934 le llevó un presente de su padre a Carlos Gardel en Manhattan, quien le pidió algunos encargos, ya que el pibe conocía la ciudad y el idioma inglés (que Gardel desconocía). Después le dio un pequeño papel en “El día que me quieras”, interpretando a un canillita.
Fuera de cámara, el pibe le tocó un tango a Gardel, y se dio este diálogo:
- Gardel: “Vas a ser algo grande, pibe, te lo digo yo. Pero el tango lo tocas como un gallego”.
- Pibe: “El tango todavía no lo entiendo”
- Gardel: “Cuando lo entiendas, no lo vas a dejar”
En 1978, en una carta imaginaria, le escribió a Gardel:
… Jamás olvidaré la noche que ofreciste un asado al terminar la filmación de El día que me quieras. Fue un honor de los argentinos y uruguayos que vivían en Nueva York. Recuerdo que Alberto Castellano debía tocar el piano y yo el bandoneón, por supuesto para acompañarte a vos cantando. Tuve la loca suerte de que el piano era tan malo que tuve que tocar yo solo y vos cantaste los temas del filme. ¡Qué noche, Charlie! Allí fue mi bautismo con el tango. Primer tango de mi vida y ¡acompañando a Gardel! Jamás lo olvidaré. Al poco tiempo te fuiste con Lepera y tus guitarristas a Hollywood. ¿Te acordás que me mandaste dos telegramas para que me uniera a ustedes con mi bandoneón? Era la primavera del 35 y yo cumplía 14 años. Los viejos no me dieron permiso y el sindicato tampoco. Charlie, ¡me salvé! En vez de tocar el bandoneón estaría tocando el arpa.
… Pues así se salvó del accidente de Medellín. Por otra parte, se ve que Gardel una vez, al menos, cantó acompañado por un solo bandoneón (!), pero fuera de las cámaras y los micrófonos…
… y su acompañante, el «canillita», fue Astor Piazzolla.