EL AVIADOR
Osmar Maderna tenía 33 años y era un apasionado de la aviación. Esa tarde del sábado 28 de abril de 1951, había estado practicando con su instructor Ciro A. Comi, volando entre los aeródromos de Monte Grande y Tristán Suárez, distantes unos diez minutos. Mientras tanto, su esposa Olga pasaba la tarde junto a varios familiares en Monte Grande.
El avión civil era del tipo Ercoupe 415 DC., matrícula LV- NDU, de dos plazas y de ala baja, y se lo consideraba «casi a prueba de tontos».
El 12 de agosto de 1941, un Ercoupe había pasado a la historia, por realizar el primer despegue asistido por cohete en Wright Field, USA, piloteado por el Cap. Homer Boushey.
Pero volviendo a ese sábado de abril de 1951. Osmar había terminado su tarde de entrenamiento, y estaba por subir al coche donde lo esperaba Olga, cuando un piloto de 26 años, llamado Alberto López, lo desafió a una competencia de velocidad. Olga le pidió que no aceptara, pero su pasión por volar pudo más. El ingeniero Ernesto Prougenes iría al mando del avión, con Osmar como co-piloto, ya que quería filmar la carrera con su cámara portátil. En el otro avión viajaban López y su amigo, el español Jorge Roura.
Llegaron hasta Lómas de Zamora cabeza a cabeza, y de regreso, empezaron a hacer una serie de maniobras peligrosas. Pasadas las cinco de la tarde, la cola de un avión chocó contra el ala del otro y ambos se estrellaron. Uno cayó sobre una casa en el Barrio Parque Barón, y el otro en un descampado, más al norte, donde ahora está el Parque Municipal.
En el accidente murieron los cuatro pilotos. Antes de que llegara la autoridad policial, alguien robado la cámara y su valioso reloj de pulsera “Election”, con malla de oro.
A los 20 años se había trasladado desde su Pehuajó natal a Buenos Aires. Integró, como pianista, varias orquestas de Tango, entre ellas la de Miguel Caló, donde reemplazó a Héctor Stamponi. Más avanzado en su carrera, llegó a fundar su propia orquesta con él al piano, obviamente.
Durante una de sus actuaciones conoció a Olga Reneé Mazzei, con quien se casó en 1947.
Al momento de su muerte, ya había firmado un contrato para presentarse en el Night Club “El Pelícano” de New York.
Tenía la misma edad que Gardel cuando hizo su primera gira internacional. Su futuro era brillante. Era un genio haciendo arreglos orquestales y un virtuoso del piano. Pero no pudo ser.
En su corta vida, compuso pocos tangos. Pocos, pero muy buenos. Algunos de ellos, como «Concierto en la Luna» de 1946,
y «Lluvia de estrellas» de 1948, aquí interpretado por el “Sexteto Mayor”,
se destacan por su estilo sinfónico. Era algo muy de vanguardia, que recién retomarían Piazzolla y Mores, entre otros, muchos años después.
Como comentario al margen: Recientemente, “Lluvia de estrellas” sirvió de fondo musical al cortometraje más premiado de la historia: «Luminaris» (2011) del argentino Juan Pablo Zaramella.
A diferencia de estos tangos sinfónicos, otros son de corte intimista. Tal es el caso de “¿Qué te importa que te llore?” de 1942, en esta versión de Soledad Villamil (Si, la misma de la película ganadora del Oscar en 2010, “El secreto de sus ojos”),
y “La noche que te fuiste”, de 1945, aquí interpretado por María Graña,
Pero su obra más conocida e interpretada (aunque pocos conozcan a su autor) es un vals muy simple, llamado «Pequeña»,
Se trata de un padre cantándole a su hija por nacer. Pero eso tampoco pudo ser. En la noche del fatídico accidente, Olga perdió su embarazo.
Donde el río se queda y la luna se va,
Donde nadie ha llegado, ni puede llegar,
Donde juegan conmigo los besos en flor
Tengo un nido de plumas y un canto de amor.
Tú que tienes los ojos mojados de luz
Y empapadas las manos de tanta inquietud
Con las alas de tu fantasía
Me has vuelto a los días de mi juventud.
Pequeña, te digo pequeña,
Te llamo pequeña con toda mi voz,
Mi sueño que tanto te sueña
Te espera, pequeña, con esta canción.
La luna, ¿qué sabe la luna?
La dulce fortuna de amar como yo,
Mi sueño que tanto te sueña
Te espera, pequeña, de mi corazón.