Plegaria
En algún momento tendremos que hablar de «Los Gobbi». Me refiero al matrimonio conformado en 1905 por la chilena Flora Rodríguez (1885 – 1952) y el argentino Alfredo Eusebio Gobbi (1877 – 1938). Se los conoce como los Reyes del Gramófono, ya que durante la época de la Guardia Vieja grabaron una enorme cantidad de tangos, primero en cilindros (sólo en 1905 grabaron 250 cilindros en los Estados Unidos) y luego en discos de pasta. Trabajaron para las grandes compañías musicales, y entre sus extensas giras, Europa en general, y París en particular, fueron sus principales destinos.
Antes de que estallara la primera guerra mundial, el Tango, como música y baile, ya era conocido en Europa por las giras que realizaron, entre otros, Casimiro Aín, Pepe Chuto, Guerino Filipotto, Celestino Flores, Carlos Vicente Geroni Flores, Vicente Loduca, Eduardo Monelos y Enrique Saborido.
Terminada la Guerra, el tango regresó de la mano de los cinco hermanos Pizarro, y sus cinco orquestas…
Y en 1924, llegó Eduardo Vicente Bianco (Rosario 1892 – Buenos Aires 1959). Habiéndose formado como violinista, primero probó en Buenos Aires, pero sin suerte. Así que se marchó a París, donde se incorporó a varias orquestas, como las de Schumacher y Cosenza, de Genaro Espósito y de Manuel Pizarro. Pero no tardó mucho en formar su propia agrupación, con la que debutó en el Wahsington Palace en 1925.
Y así comenzó su trayectoria triunfal. Se presentó en los grandes teatros de Francia y Estados Unidos. Con su orquesta llevó el Tango a Austria, Bulgaria, Grecia, Polonia, Turquía y Suiza. Tocó en la corte del Rey de España, y pasó 17 meses en la Unión Soviética. También visitó el norte de África y Oriente Medio.
Fue, junto con Manuel Pizarro, el gran referente del Tango en Europa. Obviamente, actuaba como anfitrión y guía de cuanto artista argentino pasaba por Europa; entre ellos, Carlos Gardel, quien interpretó varios de sus tangos.
El inicio de la Segunda Guerra Mundial lo sorprendió dando conciertos en Alemania. De todas maneras, no retornó a Argentina sino hasta 1943, donde -salvo por una gira por Norteamérica en 1950- terminó quedándose.
De los cincuenta tangos que Bianco compuso durante su vida, uno se destaca sobre los otros. Se llama «Plegaria». Fue dedicado a «su Majestad el Rey Don Alfonso XIII, símbolo de la democracia española». La partitura fue editada por Unión Musical Española en Madrid en 1927.
Hoy, calificar a Alfonso XIII como «símbolo de la democracia española» suena muy fuera de lugar, ya que, con su apoyo explícito, desde 1923 gobernaba la dictadura militar de Miguel Primo de Rivera. En 1931, Alfonso XIII debió exiliarse, dando comienzo la Segunda República.
Bianco también le dedicó dos tangos (Evocación y Destino) a Benito Mussolini en 1931.
Aquí tenés una de las primeras grabaciones de «Plegaria», realizada el 22 de abril de 1927 (Odéon: disco 165.098 / matriz KI 1187) por la orquesta de Bianco-Bachicha
… y en la voz de Juan Raggi (en algunos sitios, confunden al cantante con Juan Avizu, y el año con 1929).
Como ves, Agus, la letra es «mala, convencional y anticuada» (*). Pero, salvo por los pobres españoles, el resto de los europeos no entendían ni papa.
Respecto de la música, se la ha calificado como «lúgubre y solemne». Pero, tal vez, esa haya sido su fortaleza. No debemos compararla con los tangos de Argentina de la misma época, sino con las variantes del Tango que se habían desarrollado independientemente en Europa (Alemania, Polonia, Unión Soviética), que claramente compartían esos «atributos».
Por ejemplo, compará esta versión suya de marzo de 1939, cantada por el español Mario Visconti.
con esta otra versión del ya mencionado Manuel Pizarro, con un estilo más «argentino»,
Según cuenta Cadícamo en su libro «La historia del tango en París» (Corregidor, Buenos Aires, 1975, pp. 153-155), la orquesta de Bianco se presentó en Berlín ante Hitler y su plana mayor y, además, compartieron un asado en la sede de la delegación diplomática argentina. No pude encontrar otra fuente que corrobore estos hechos, pero lo cierto es que Bianco repitió en Alemania el éxito que tenía en toda Europa; y que su tango «Plegaria» era uno de los más famosos y conocidos.
Y aquí, la historia de este tango se vuelve siniestra.
Los campos de exterminio solían tener una orquesta formada por los mismos prisioneros. Tal como recordara Primo Levi
Las melodías son pocas, una docena, las mismas todos los días, mañana y tarde: marchas y canciones populares queridas por todos los alemanes. Están grabados en nuestras mentes y serán lo último del Lager (Konzentrationslager, «campo de concentración» en alemán) que olvidaremos; son la voz del Lager, la expresión perceptible de su locura geométrica, de la resolución de los demás de aniquilarnos primero como hombres para luego matarnos más lentamente. Cuando suena esta música, sabemos que nuestros compañeros, en la niebla, marchan como autómatas; sus almas están muertas y la música los impulsa, como el viento impulsa las hojas muertas y ocupa el lugar de sus voluntades […]
La primera orquesta fue creada en Auschwitz en diciembre de 1940, e inicialmente contaba con siete músicos (violín, percusión, contrabajo, acordeón, trompeta y saxofón). El modelo fue luego replicado en otros campos de concentración.
El repertorio incluía algunas obras compuestas en los mismos campos, como la «Arbeitslagermarsch» (Marcha del trabajo) de Henryk Krol; obras clásicas, como la quinta sinfonía y la obertura de Fidelio de Beethoven, y temas populares, como el foxtrot «Die Schönste Zeit des Lebens» de Franz Grothe.
Esta última pieza, cuyo título «El tiempo más bello de la vida» expresaba una grotesca perversidad, fue arreglada por tres prisioneros polacos, dos de los cuales fueron recientemente identificados: Antoni Gargul y Maksymilian Pilat.
Y, en este terrible repertorio, se ha afirmado que figuraba el tango «Plegaria». No puedo darlo por cierto. No encontré ninguna referencia confiable. Pero si puedo imaginarme a la orquesta de un campo de concentración tocando «Plegaria«, mientras los prisioneros regresan de una jornada de trabajo, llevando a sus muertos en carretas y camillas, tal como se ve en este dibujo realizado secretamente por François Reisz en el campo de Birkenau (*).
Para terminar, una asociación posible…
El rumano Paul Pésaj Antschel (Rumania 1920 – Francia 1970), mejor conocido como Paul Celan, es considerado como uno de los más grande poeta en alemán de la posguerra. Durante la guerra, sus padres murieron en campos de concentración, mientras que el logró sobrevivir en campos de trabajos forzados hasta Febrero de 1944, cuando fue liberado por el Ejército Rojo.
En 1945 escribió el poema «Todesfuge» (Fuga de la muerte). Aunque lo hizo en alemán, fue primero publicado en una traducción al rumano realizada por su amigo Petre Solomon con el título de «Tangoul Mortii», es decir, «Tango de la Muerte». Es aquí donde su autor usa por primera vez el seudónimo «Celan», compuesto a partir de su apellido ANtsChEL. La versión original en alemán fue publicada al año siguiente.
Como ves, si bien el poema se llamó originalmente «Fuga», esta es evidentemente una metáfora más que una expresión del ritmo de la obra. Tal vez, el título dado por su amigo en la traducción rumana sea más ajustado, dada su cadencia entrecortada y repetitiva.
Han habido y siguen habiendo muchos intentos de relacionar al poema de Celan con el tango de Bianco, pero no me parecen que estén adecuadamente fundamentados. Al menos, no he visto pruebas contundentes de que haya habido una influencia directa o indirecta de algún tango, y en particular de «Plegaria» sobre «Todesfuge». Pero, como dicen, todo es posible…