Gricel
Sí. Es un tango…
«Gricel» es un tango, cuya letra fue escrita por José María Contursi en 1942. ¿Por qué no hablé de él en la entrada anterior? Bueno, ahora lo veremos. Pero antes, escuchémoslo en la voz (¿cuándo no?) del «Polaco» Goyeneche, acompañando a la orquesta de Atilio Stampone.
No debí pensar jamás en lograr tu corazón, y sin embargo te busqué hasta que un día te encontré, y con mis besos te aturdí sin importarme que eras buena. Tu ilusión fue de cristal, se rompió cuando partí pues nunca, nunca, más volví. ¡Qué amarga fue tu pena! - "No te olvides de mí, de tu Gricel" - me dijiste al besar el Cristo aquel; y hoy que vivo enloquecido porque no te olvidé, ni te acuerdas de mí. ¡Gricel! ¡Gricel! Me faltó después tu voz y el calor de tu mirar, y como un loco te busqué pero ya nunca te encontré, y en otros besos me aturdí. ¡Mi vida toda fue un engaño! ¿Qué será, Gricel, de mí? Se cumplió la ley de Dios porque sus culpas ya pagó quien te hizo tanto daño.
Hermosa música, y hermosos versos. Pero muy tristes, ¿no?
Sin embargo, no termina ahí, en un tango triste. Hay algo más…
En la entrada anterior habíamos dejado a José María Contursi en un estado de profunda depresión, tras la muerte de su esposa, Elina.
Según una de sus hijas, Alicia, un día su padre le pidió permiso para traer una persona a casa. «Se trata de una mujer» – le dijo. Alicia le respondió que era viudo desde hacía cinco años. Pero José María insistió: – «Se trata de alguien muy especial. Es Gricel». «¿Cómo, Gricel? ¿Existe Gricel?» – le replicó Alicia. Y José María le respondió: – «Si. Ella fue un amor imposible de mi juventud».
Todo, al parecer, muy platónico. Pero poco a poco, las fichas fueron cayendo, y se reveló una historia más profunda.
En 1935, mientras trabajaba como locutor en radio Stentor, José María Contursi, apodado Katunga por sus amigos, conoció a una joven de apenas 15 años, llamada Susana Gricel Viganó. Ella había ido a ver su programa (en una época donde el público podía asistir a las emisiones radiales) en compañía de sus amigas, Nelly y Gory Omar.
Fue un flechazo. Pero ella tuvo que volver a Capilla del Monte, donde vivía con sus padres, quienes atendían una hostería (que todavía existe) y una estación de servicios.
De toda maneras, se las arregló para realizar tres estadías en Capilla del Monte durante el mes de Enero de 1938, 1939 y 1940. Eran, según se decía en aquel entonces, para «oxigenar los pulmones». Y, oh casualidad, siempre se alojaba en la hostería de la familia Viganó. La llama continuaba encendida…
Tal vez hubo cartas entre ambos, pero Katunga ya estaba casado con Elina, y había nacido su primera hija, Ethel. ¿Iba a abandonar a su familia, como lo había hecho su padre Pascual Contursi? No.
En ese momento, José María comprendió que jamás volvería a ver a su «Gricel».
Ya conocimos la historia de José María Contursi, el nacimiento de sus hijos, sus poesías tangueras, sus noches de bohemia… Mientras tanto, Gricel se casó en 1949 y tuvo una hija. Pero al poco tiempo fue abandonada por su esposo.
Un día de 1962, el bandoneonista Ciriaco Ortiz llegó a Capilla del Monte, buscó a Gricel, y al encontrarla le contó sobre la viudez de su amigo Katunga, sobre su depresión y sobre su alcoholismo.
Gricel no dudó. Viajó a Buenos Aires y fue a buscar a «Pope» (tal el nombre que ella le daba) a la confitería del Molino, que él frecuentaba. Sólo fue cuestión de tiempo para que Gricel le pusiera un ultimátum. Se iban juntos a Capilla del Monte, pero «el whisky se quedaba en Buenos Aires».
Se casaron en la iglesia de Capilla del Monte el 16 de agosto de 1967. Eso fue posible ya que Pope era viudo y el casamiento anterior de Gricel había sido por registro civil, no por iglesia.
La pareja vivió junta cinco años, sólo cinco años, pero de gran de felicidad. Finalmente, el 11 de marzo de 1972, víctima de sus años de alcoholismo, José María murió. Gricel lo sobrevivió más de dos décadas, falleciendo el 25 de julio de 1994.
Un detalle importante: Gricel no es un nombre común. Su padre quería que se llamara Susana, pero su madre era inflexible respecto de ponerle Gricel, un nombre tomado de una novela o película francesa. Y, si lo pensamos bien, fue una decisión acertada. ¿Te imaginás si estuviésemos hablando de un tango llamado «Susana»? ¿O cuánto le hubiese costado al pobre Ciriaco Ortiz encontrar a la Susana correcta en Capilla del Monte?
Ahora, fijate. Volvé a escuchar los tangos de José María Contursi que te sugerí en la entrada anterior. ¿Te das cuentas? En cierto sentido no son distintos tangos, sino variaciones de uno sólo y único, «Gricel». Aunque no la nombre directamente, en todos los tangos que escribió, Contursi está hablándole a su «Gricel».
Hay innumerables versiones de este tango, pero sólo voy a sugerirte dos más. Una es la primera grabación, de 1942, con la voz de Francisco Florentino, acompañando a la orquesta de Aníbal Troilo (de nuevo, ¿cuándo no?).
¿Notás algo en comparación con la versión de Goyeneche y Stampone? Obviamente, la entrada tardía del cantor «estribillero». Pero hay algo más. ¡El tempo es más rápido! Ya conversaremos sobre este asunto en algún otro momento.
La otra versión que quisiera proponerte es la que realizaron Luis Alberto (el flaco) Spinetta y Fito Páez en 1986. Fue la primera vez, hasta donde se, que un tango era interpretado por músicos del rock argentino. En este artículo podés encontrar los detalles de la compleja grabación de esta versión «paranoide«, contados por el mismo Fito Páez.
Prestá atención al tono siniestro con que se acentúa la frase «no te olvides de mí», como si fuera una especie de hechizo o maldición… También cambian la palabra «cristal» por «percal». Ahora el verso dice «Tu ilusión fue de percal». Puede parecer un cambio insignificante, pero claramente está modificando totalmente la historia, al degradar la relación de sus dos protagonistas. ¿Por qué? Bueno, en algún otro momento podremos hablar de este asunto. La única duda que me queda es si esta modificación, pequeña pero significativa, fue casual o deliberada…
Finalmente, te cuento que en 2012 se estreno la película «Gricel: Un amor en tiempos de tango», de Jorge Leandro Colás: